Nosotros los productores dentro de la industria en la cadena de valor. Probablemente lo único bueno de cumplir años es que ya no debemos pleitesía a nadie y podemos hablar con sinceridad y decir las cosas tal cual las vemos, vivimos y sentimos.
Después de 44 años en este sector y con la retirada en el horizonte cercano, uno ya afronta la situación tal como cree que es y no como se dice que es.
Generalmente el ser humano tiene la facultad de elegir entre opciones, podemos continuar viviendo en la zona de confort, dejándonos llevar o por el contrario conocer la realidad, saber la situación en la que estamos y seguir por el camino que creamos mejor.
Seguramente no podremos cambiar las cosas, pero al menos sabremos cómo son y dependerá de nosotros mismos hasta donde debamos, podamos o queramos llegar.
En mi caso, me inclino claramente por la segunda opción, uno ya con la edad y con los años vividos deja que fluya la realidad por encima de la conveniencia. Pero para poder tomar ese camino al menos debemos tener la información suficiente y saber de qué y sobre qué hablamos.
Por todo ello, dependiendo de la época que nos toca vivir las directrices van cambiando, pero siempre bajo los intereses de quien lanza los mensajes. La administración no para de regular y regular, regulan tanto que, ni ellos administradores ni nosotros administrados, somos capaces de conocer todas las normas que debemos cumplir, pero eso si, todo va bien, porque en caso de que surja algún problema siempre encontrarán al culpable que no cumplió una de las miles de normas, regulaciones, directrices y leyes salidas de ayuntamientos, autonomías, país, continente o cualquier otro estamento que pueda aparecer.
Y digo que les va bien, porque la respuesta ante la sociedad es siempre la misma, que buenos gobernantes tenéis que rápidamente descubrimos y castigamos a quien no ha cumplido, cuando alguna vez habría que preguntarse si el problema ha surgido porque nadie ha vigilado, ni controlado nada hasta que pasa algo.
Con la industria, lo más sorprendente para mi es que no seamos capaces de entender que el único futuro real que tenemos es conseguir que el consumidor esté formado en lo que come, sigo pensando que cuanto más sabe el cliente, mayor será su exigencia y en la exigencia está la mejora y el desarrollo del sector.
En cambio me encuentro con desinformación permanente, la mayoría de veces interesada por parte de los productores, otras por un profundo desconocimiento, pero todas dirigidas al cortoplacismo, y al beneficio inmediato sin pensar en las consecuencias de las carreras rápidas.
¿Para cuándo el poso, la paciencia y las cosas bien hechas? Dar valor al producto y al trabajo bien hecho es la misión de los profesionales. La industria cárnica será buena o mala en función de lo bien o mal que hagamos nuestro trabajo de formar al consumidor para que su exigencia nos ayude a la mejora constante que será en beneficio de todos.
Este país tiene unas enormes posibilidades en el sector primario y por supuesto en la ganadería, con productos y productores de primerísima línea, del mismo nivel e incluso mejores que los ya reconocidos a nivel mundial, o ¿es que la vaca Rubia Gallega es de calidad inferior a un Black Angus americano o un Wagyu japonés?
¿Por qué entonces nos dedicamos a mentir una y otra vez vendiendo como Rubia Gallega lo que sabemos que no lo es, generando desconcierto en el mercado? ¿Por qué somos tan dados a menospreciar los extraordinarios productos que tenemos en vez de potenciarlos, dándoles el valor que realmente tienen?
Increíblemente estamos en una época de confusión permanente, donde lo importante no es el mensaje y lo que encierra, lo que impera es de donde sale y quién lanza el mensaje “lo ha dicho la televisión”, “lo he leído en el periódico”.
Afortunadamente, viene gente joven con nuevas inquietudes, más preparados, sinceros y auténticos que los que hemos estado, con nuevas ideas y apostando por lo bueno y por lo bien hecho, y aunque lo tienen todo en su contra son fuertes y atrevidos.
Espero por el bien de todo el sector primario, tan abatido, tan desamparado y tan empobrecido y de los consumidores, extraordinariamente confundidos, que consigan hacer realidad sus ideas brillantes y que ni la presión de las administraciones con toda su hipocresía y desconocimiento, ni la del mercado con la permanente aspiración al “precio barato”, acaben con sus ilusiones.
Ya es hora que toda la sociedad sea consciente, que si matamos a los productores de nuestros alimentos, todos, absolutamente todos, estamos muertos.